A veces una imagen te devuelve al pasado. Y recuerdas las horas de verano jugando a las canicas, a las chapas, a la peonza, al hinque, a hacer silbatos con un hueso de melocotón... Hay que agradecer a los maestros que están con los pies en el suelo, y con gran parte del cuerpo. A los que se ponen al nivel de los niños, a los que enseñan a jugar y a los que juegan.
Árboles, sol, un patio, niños y chapas. Es bonito estar en la escuela.
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